Cuando aniego


Cuando aniego en el agua salada de mis lágrimas yo revivo.

¿Qué más dulce y más amargo puede haber de las propias lágrimas?, allí donde residen las ilusiones de un ayer desvanecido en el libro de las memorias y de un mañana rociado del fulgor de los pensamientos.

Ha sido solo cuando he caído que he catado el gozo de la gloria y he sentido la paz y la serenidad del ser nada.

EL ESCRITOR HEREJE


Escribir de panza es una herejía en esta profesión.

¡Y qué más da si soy hereje! Sí, escribo de panza y aun así solo Dios sabe cuanto me ha costado alumbrar este par de frases mal cortadas; pero la cosa no me preocupa, si hasta el mismo Gabriel, siendo ya García Márquez, podía pasarse un día entero quitando y poniendo la misma coma y es que, escritor que respete el oficio, escatimará el uso de las palabras y de los signos como al agua en tiempos de sequía.

Si el reto no está en franquearse, que es la estrategia que yo estoy usando para poder arrojar algo, lo que realmente cuesta es enfrentarse después a tanta escoria aunque a la larga se le agarre el gusto y, supongo, que no haya nada de malo en ello: escribir como si no hubiese límite a la idiotez siempre que, a la hora de corregir, se lo haga con la esencialidad del hombre de las cavernas y la sinceridad del de las tabernas.

¡Un 2018 en éxtasis!


Lo que único que me extasiaba de «Sex and the City» era cuando Carrie escribía su artículo.

Han pasado por lo menos quince años y sigo probando esa sensación ¿cómo escribir lo que pienso sin pujo y sin vergüenza? Sin temor a la crítica, al ridículo, a sentirme inexperta, ignorante y no adapta. Sin nada que contar ni aportar.

Esa era yo. Ahora me acepto. Con faltas de ortografía y sin títulos, transpirando soledad y no tabaco. Sintiéndome en compañía de amigos que no conozco en esta búsqueda continua de respuestas del ser y su razón de ser en esta vida…

Me faltaba solo una cosa: lanzarme. Me he auto-extasiada.

¡Feliz 2018!