Rabia mojigata


La rabia. La conozco. Mojigata que me ha carcomido el júbilo por la vida en estos últimos años.

«No hay motivo alguno que justifique el rabiarse» escuché decir a un monje; me pregunto si aludía al enfado, al dolor o a las dos cosas… en todo caso yo temo haber padecido de ambas y sin haber pegado un grito.

Cómo me gustaría ser como aquellas personas que gritan pero no se enojan y que no perdonan pero olvidan.

 

En el ángulo…


Y así la vida me pone siempre en el ángulo donde no puedo ir para atrás; estar inmóvil, tal vez, pero tampoco para siempre porque el respiro gangrena; la única vía admisible es ir hacia adelante y con una tolerancia de 45°.

Entender que todo es perfecto así como es en este preciso instante es el valor más inestimable que he adquirido en estos años ¡y el camino ha sido largo!.

El corazón me duele, señal de que mi sangre consiente.

No es necesario que me entiendas, en algún punto de nuestras vidas sentimos todos lo mismo.

 

Soñar con los ojos abiertos


De chiquillos damos vida a los primeros sueños con los ojos abiertos como si todo fuese posible. De hecho lo es, solo que creciendo comenzamos a cerrar los ojos cuando soñamos.

 

 

El punto de llegada


Creciendo comencé a cuestionarme sobre cómo funcionaba esta vida y siempre tuve la convicción de que cada ser tiene un solo y un único punto de llegada predestinado – que no es la muerte -.

La muerte a todos nos llega, no es única, no hace diferencia alguna, no excluye a nadie. La muerte es la única cosa que sabemos que nos llegará sin discriminación y, a mi modo de pensar, es lo que nos garantiza que seguiremos viviendo…

Todavía lo pienso.

Imaginaba, en aquel tiempo, que cualquier camino yo tomase me pasaría siempre algo que me conduciría a mi punto de llegada o que me encarrilaría si el desvío se estaba alargando más de la cuenta.

Era solo una niña, en ese tiempo solo pensaba, ahora lo creo.

EL CÓDIGO DE SAINT-EXUPÉRY Y SU PRINCIPITO (IV) – ¿POR QUÉ DABAS TANTA IMPORTANCIA A TU ROSA?


Autor: Blogracho
Capítulo IV: ¿POR QUÉ DABAS TANTA IMPORTANCIA A TU ROSA?

Hace millones de años que las rosas tienen espinas y hace también millones de años que los corderos, a pesar de las espinas, se comen las rosas. ¿Es que no es cosa seria averiguar por qué las rosas pierden el tiempo fabricando unas espinas que no les sirven para nada? ¿Es que no es importante la guerra de los corderos y las rosas? ¿No es esto más serio e importante que las sumas de un señor gordo y colorado? Y si yo sé de una flor única en el mundo y que no existe en ninguna parte más que en mi planeta; si yo sé que un buen día un corderillo puede aniquilarla sin darse cuenta de ello, ¿es que esto no es importante?*

El principito enrojeció – ¡ahora me es todo claro!, Pequeño Príncipe. A ti también te mataron tus sueños cuando tenías seis años, como a Antoine y como a mí.

Cuánto nos parecemos los dos. Tú no respondes nunca a las preguntas y yo no me canso nunca de hacerlas. Tú dices que no se ve bien sino con el corazón y yo tengo un corazón ciego de nacimiento. Tu querías un cordero que viva mucho tiempo y yo siempre he sentido pena por los corderos (terminan siempre sacrificados).

Y cuánto te parecías a Antoine. A él le dijeron lo que tenía que dejar de hacer, y a ti te dijeron que era lo que tenías que hacer. ¡Pobre mi Pequeño Príncipe, cuán triste no habrás estado!… También he entiendo por qué los primeros tres dibujos de Antoine no te gustaron: el cordero demasiado viejo estaba destinado a morir rápido, aunque su carne no fuese tierna, y tú querías un cordero que viviera por mucho tiempo porque todos los niños sabemos que los corderos terminan siempre sacrificados; el otro cordero estaba enfermo, y un cordero para que sea sacrificado tiene que ser sano y joven; y el tercero, ese no era un cordero, era un carnero que se quería hacer pasar por cordero, pero a ti no es fácil engañarte, Pequeño Príncipe, y nunca te equivocas – nunca – excepto cuando no supiste comprender a tu Rosa y huiste de ella.

Y sobre la guerra entre los corderos y las rosas ¡a mí sí me importa! Soy mujer y el destino de tu rosa no es sino que el destino de las mujeres… Cualquier cosa que hagamos, para que salga a la luz, nos cuesta como un parto de primeriza. Para nosotras todo es lento y doloroso, y aunque nos sacrifiquemos y luchemos por ser reconocidas por lo que somos, por lo que valemos y por lo que hemos aportado a este mundo, habrá alguien que siempre nos agarre por las canillas y nos detenga. Por eso tenemos solo cuatro espinas, ¿sabes?; para que todo lo que hagamos en este mundo nos cueste siempre el doble. Es el precio que tenemos que pagar por ser curiosas, y bellas.

Es que simplemente hay cosas que no se pueden cambiar, ¿sabes?; por mucho que ese señor gordo y colorado se empecine en hacer cuadrar sus cuentas.

Tú también perdiste la cabeza por la Rosa, Pequeño Príncipe, pero no es culpa tuya, lo esencial es invisible a los ojos.

¿La amabas, verdad? Lo sé porque vi como te sonrojabas.

 Pero tampoco te recrimines por eso – si eras demasiado joven para saber amar. En eso también nos parecemos, ¿sabes? Yo también huí de mi primer gran amor imposible –  ¡Por qué me estoy haciendo todas estas preguntas y escavando huecos taponados con el tiempo! ¿Y por qué este ciego no para de palpitar y se quita las vendas de una buena vez por todas?

Perdóname. Perdóname. No era mi intención herirte. Es solo que recordar estas cosas hace solo daño, aunque uno siempre termine por consolarse.*

Yo entiendo tus preocupaciones, Pequeño Príncipe, solo que yo no sé cómo ayudarte y ya no sé cómo explicarte que mi corazón no ve y no sabe de razones; que lo único que es en grado de hacer, son asociaciones, porque así funciona mi memoria; y que lo máximo que puede asociar son mis botas a las del gato con botas, el gato con botas al gato de Alicia, el atardecer cuarenta y tres del Pequeño Príncipe con mi atardecer cuarenta y cuatro, el cordero de El Principito con el cordero de Dios, la rosa de El Principito con María Magdalena, las estrella con el sonajero con la estrella a cinco puntas, los baobabs que son como grandes iglesias a las malas semillas que los niños tienen que recordarse de cortar cada mañana – ¿Por qué este corazón ciego de nacimiento y que no ha visto que yo he crecido me está latiendo así de fuerte? Tan fuerte, tan fuerte, tan fuerte, que logro verlo.

¡Y lo de las semillas no lo he dicho yo! Lo dijo Antoine… ¡por qué yo no sé con qué asociar los tres baobabs! Bom-bom, bom-bom, bom-bom – ¿Por qué dedicas tres libros a Léon Werth? Un amigo que te llevaba veintidós años de edad, que multiplicados por dos suman la edad en la que desapareciste, cuarenta y cuatro. Y si solo me sirven dos dedicatorias para llegar al número cuarenta y cuatro, qué significa la tercera – esta es una asociación desesperada – perdóname. Estoy cansada. Mi corazón ciego de nacimiento que viste rojo Valentino y que no ha podido ver que yo he crecido, me está taladrando mi espíritu. Tres baobabs, tres columnas de elefantes… ¡Santísima trinidad ayúdame! ¡Que se me está perforando el pecho y me duele! Ahiii – ¿Y si me estoy equivocando? ¿Y si no tengo que hacer asociaciones? ¿Y si Léon Werth fuese un mensaje criptado?

 “No se ve bien sino con el corazón”

LÉON WERTH…

Léon Werth, en galés se traduce LEON VENTA..

LEON VENTA, VETE NO LA, O VEN TELA, VENENO L A T, L por LETAL, A por A, T por Toine – Toine por  Antoine…  VENENO LETAL A TOINE ¡Veneno letal a Tonie!

 .

*El Principito, Antoine de Saint-Exupéry

** Las aventuras de Alicia en el país de las Maravillas, Lewis Carroll.

** El gato con botas, Giambattista Basile, Charles Perrault, Gianfrancesco Straparola

** El código Da Vinci, Dan Brown

EL TESTAMENTO DE DIOS


Nihil obstat Blog

Hace ya mucho tiempo de lo que voy a contar. Tanto tiempo que ya casi no me acuerdo de los detalles. Pero sintiendo ya próxima la hora de mi muerte, no quiero dejar de escribir mi versión, para que dentro de siglos no haya confusiones. O alteraciones del relato para beneficio de alguno o unos pocos.
Sucedió que un día de entre los días, que por aquella época en realidad no eran días, ni tampoco se puede hablar estrictamente de una época, ya que tampoco existía el tiempo, sucedió, decía, antes de todo, digamos en una oportunidad infechable, que estaba yo sentado en medio de la nada, aburrido de tanto no tener nada que hacer, ni ver, ni pensar, ni nada, que se me ocurrió una idea. Ustedes dirán, a la luz de la historia, que quizá fue una idea muy loca, pero por lo menos, mi espíritu salió del…

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