05 Febrero 2015: ME GUSTA CUANDO TE GUSTO


Autor: Blogracho

Hace un mes me embarqué en esta aventura, y fue como zarpar en una de las carabelas de Colón. Pero no caí ni en la Niña, ni en La Pinta, ni en La Santa María; WordPress, esa fue mi nave.

Y si Colón descubrió América, yo me descubrí a mí misma en un nuevo mundo, que al cabo de un mes obtuvo: 1150 visitas, seguidores vía email 405 y blogueros 134, y 130 me gusta. Para muchos será poco, para pocos será mucho, para mí una confirmación de que tengo que seguir escribiendo, porque escribir es lo mío, porque escribir me gusta.

Y me gusta cuando te gusto, porque para mí es una recompensa a mi esfuerzo. Y me gusta aún más cuando vuelvo a gustarte porque aprendo a conocerte. Sé que uno de mis blogueros ama la ironía; que una es una romántica inexorable; otra es muy joven y tiene una mochila llena de sueños; sé que uno es un ilustre caballero y usa las buenas maneras para corregirte; que una se siente un poco grande para estar en éstas cosas pero ignora que tiene un espíritu fresco; uno es un gran poeta y yo adoro su poesía. Y ahora sé también que no soy la única a experimentar los traumas de la pubertad por la que atravesamos los escritores nóveles. Sé que a 405 he intrigado y que estoy tratando de descubrir qué cosa pudo haber sido.

Me gusta haber descubierto mi nuevo mundo, porque me estoy enriqueciendo con solo cuarenta y cuatro minutos al día.

Me gusta porque cada día me despierto con ganas de hacer mejor mi trabajo para poder llegar a mi casa y trabajar en lo que me gusta.

Me gusta porque ahora doy valor al tiempo, y he aprendido que diez minutos al día dedicados a cada uno de mis hijos haciendo lo que a ellos les gusta, valen más que mandarlos a las mejores universidades. Y me gusta porque con mi marido hago lo mismo, porque un matrimonio al fin y al cabo es como una novela que hay que ir construyendo todos los días.

Me gusta cuando recibo un mensaje porque siento que puedo comunicar con alguien y que lo que he escrito a alguien ha llegado; y me termino por convencer de que el mundo tiene ganas de hablar a pesar de lo que se dice, que la gente no comunica. Es que el Mundo sigue siendo el mismo, lo único que ha cambiado son los medios.

En algún libro leí que los lectores de Charles Dickens abarrotaban las calles en espera de la nave que llevaba los episodios de sus historias en América. Y cuando terminé de leer el párrafo pensé que eso era magnífico, lo máximo que le podía sucederle a un escritor. Y entonces volví a soñar y me decidí a zarpar en esa nave.

LOS 50 COLORES DEL CIELO I – AZUL TERCIOPELO (MICRO-TRILOGÍA)


Autor: Blogracho
Capítulo I: Azul terciopelo

Cuando Alicia regresó a su país, lo primero que notó fue el color del cielo. Estaba intacto. Tal cual lo había dejado antes de emigrar a ese continente que suelen llamar viejo, y que ella se divertía en llamar “apolillado”.

Mi cielo es como una manta de terciopelo azul marino con lentejuelas plateadas, solía recitar Alicia cuando era pequeña. Ha sido dado en custodia a laboriosos serafines de corazón alegre, que incrustan una estrella cada vez que nace un niño por estas partes, concluía con voz risueña y bajando los dos brazos.

Podía estar horas a contemplar las Tres Marías, y se complacía en pensar que era una de ellas y se volvía coqueta y sonreía y envidiaba que siempre se tuviesen compañía.

Antes de iniciar su aventura como nómada, pensaba que a donde quiera que ella fuese, una cosa jamás la abandonaría: su cielo de terciopelo. Pero no fue así. No fue así por el simple hecho de que esa manta infinita está cocida con retazos, tantos, cuantos pueblos y ciudades existen en todo el universo.

Siena, Beijing, Oslo, Niza, Siem Reap, Praga, la Isla de Pascua… Algunos de estos cielos podrían pasar por una buena imitación, algunos se asemejan entre ellos; pero de algo estaba convencida Alicia, ninguno sería jamás igual de acogedor que su cielo.

Los peores son los que se vanaglorian de estar a la moda, decía Alicia cuando era adolescente. Milán, por ejemplo. Qué se desplome el cielo y que me destripe, si no es verdad que ese retazo de trapo ha sido puesto en manos de serafines belicosos; que por cada advenimiento, en lugar de bordar una estrella, escupen, donándole esa tonalidad gris semitransparente, y que en lugar de una caricia le dan un puño volviéndolo áspero y que cuando gritan opacan con sus alientos a smog el brillo de las lentejuelas, que Alicia en secreto continuaba a imaginar que seguía viendo.

Continúa…