EL CÓDIGO DE SAINT-EXUPÉRY Y SU PRINCIPITO (II) – EL BLOGRO DEL PRINCIPITO


Autor: Blogracho
Capítulo II: EL BLOGRO DEL PRINCIPITO

Todo empezó cuando decidí crear un blog, con la intención de hacer de la escritura un rito. Sí, un rito, como lo han hecho los grandes de la literatura, desde Balzac, que escribía toda la noche bebiendo litros y litros de café, hasta la Munro, que con una mano sostenía la plancha y con la otra escribía a máquina.

Un rito que consiste en extrapolarle a mi jornada cuarenta y cuatro minutos para escribir y publicar algo en el blog, durante seis días a la semana. El séptimo día lo reservo para para afilar la cierra, como diría Stephen R. Covey**; yo prefiero llamarlo: un día para rellenar el tintero… Y todo andaba liso hasta que me llegaron esos días difíciles por los que pasa todo escritor que se empeña, novel o nobel que sea: la postovulación literaria.

Me sentía cansada, insípida y sin libido creativo; sin un motivo válido para seguir consternando mis días que de por sí se consumen subidos en una caminadora que va a setenta kilómetros por hora – caminando. Entonces me paré, di un paso atrás, y comencé a leer de nuevo este pequeño gran libro que un día inspiró este blog y el BLOGO DEL PRINCIPITO.

Y mientras lo leía, mi corazón rojo Valentino comenzó a latir siempre más fuerte:

-¿Qué significa “domesticar”? – preguntó el principito.

-Es una cosa ya olvidada -dijo el zorro-, significa “crear vínculos…”

-¿Crear vínculos?

-Efectivamente -dijo el zorro-. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo…*

Por esto, por los vínculos, por Antoine, por El Principito, por el zorro, por la Rosa y por ti: aunque a veces sienta que no soy capaz y que no tengo nada interesante que decir, yo tengo que seguir escribiendo en mi blog. Porque cuando yo escribo, mi corazón no se cansa de bailar al ritmo del bombo, y porque cuando el corazón late así de fuerte es señal de que está vivo – y yo tengo que escucharlo.

Y mi blog será para mí lo que fue la Rosa para el principito. Lo visitaré todos los días, y lo dejaré hablar aunque no siempre me guste lo que me diga; y yo le diré con sinceridad lo que pienso poniendo atención en mis palabras, para no herirlo. Lo alimentaré y lo haré crecer. Quizás no será uno de los más bellos de la blogosfera, ni tampoco el más original, ni el más brillante, ni mucho menos el más intelectual y culto – pero será siempre mío. Y terminará siendo para mí único en el mundo, aunque haya millones de los mismos, y yo seré única para mi blog, porque sin mí este no existiría.

Y si mi blog es para mí como la Rosa con cuatro espinas para El Principito, ustedes son como el zorro para mi blog. Entonces tendré que crear un vínculo entre ustedes y mi blog, a través de un rito (otra cosa olvidada). Escribiré algo todos los días y a la misma hora. Así tú podrás irme a buscar entre miles de publicaciones sin temor a no encontrarme, porque sabrás que yo te habré hablado a esa misma hora. Y los domingos sabrás que yo estaré rellenando mi tintero para recuperar mis energías y poder hablarte por el resto de la semana. Y aprenderás a reconocer mi voz y las barrabasadas que digo, y no te asustarás cuando no suene muy contenta o cuando diga algo fuera de lugar, porque serás mi amigo, porque habrás aprendido a conocerme y porque habremos creado un vínculo. Así que, dondequiera que tú estés, debes saber que regresaré siempre a media noche de Italia y que si me esperas o me buscas a esa hora, yo estaré ahí, para hablar contigo.

¡Oh!, me estaba olvidando del enigma.

Si no hubiese aprendido que cuando este corazón rojo Valentino late así de fuerte es señal de que está vivo y que yo tengo que escucharlo, dejaría a un lado estos pensamientos absurdos a lo Dan Crow en su Código Da Vinci. Los aniquilaría. Pero cómo hacerlo, si ayer, mientras me dejaba fechar de nuevo por mi Pequeño Príncipe, mi cerebro – y será por vía de la postovulación literaria, deben perdonarme – comenzó a hacer de El Principito el Código de Saint-Exupéry, y el corazón me palpitaba siempre y cada vez más y más y más fuerte, al ritmo del BOM-BOM, BOM-BOM, BOM-BOM.

El problema de este enigma es que no sé cómo explicarlo; por lo que lo mejor será comenzar en el principio.

.

* El Principito, Antoine de Saint-Exupéry

** El Código Da Vinci, Dan Brown

** Los 7 secretos de la gente altamente efectiva, Stephen R. Covey

24 Enero 2015: HEMINGWAY Y EL PRINCIPITO


Autor: Blogracho

El primer borrador de todo libro es una mierda; lo que cuenta es terminarlo. Decía Hemingway.

Si esto hubiese llegado a mis oídos dos años atrás, ni mi primer relato ni la pasión que nutría por la escritura, hubiesen terminado en el wáter.

Me deshice de mi primer borrador apenas terminé de leerlo y después de haber concluido, sin dificultad y en completa autonomía, que era un gran y colosal mojón de palabras.

Desde ahí me obligué a padecer de retención fecal hasta que, por casualidad o por obra divina, llámenlo como quieran, supe como la pensaba Hemingway; y sus palabras se tatuaron en mis manos con la misma mierda que un año atrás yo misma había descargado en el wáter.

Por ahí también escuché que el primer borrador tiene que ser escrito con el corazón, mientras las elaboraciones sucesivas deben ser escritas con el cerebro.

Desde ese entonces, cuando escribo, me gusta imaginar que soy el Vanidoso del Principito y que escribo con toda la abundancia de mi corazón y que soy el único escritor a habitar en la blogsfera y que cuando pasa por mi mundo un bloguero siempre me dirá que le gusta lo que yo escribo. Después pero vuelvo a ser Blogracho. Entonces pasa el Principito y me pregunta por qué estoy de nuevo Blogracho y no escribo. Y yo le respondo para olvidar. ¿Olvidar que cosa? Olvidar que tengo vergüenza. ¿Vergüenza de qué cosa? Vergüenza del corazón con el que escribo.

* El Principito,Antoine de Saint-Exupéry