Autor: Blogracho
Me apasioné de éste género la segunda vez que encontré a Raymond. La primera, cuando me llevó a su Catedral y me la mostró con los ojos vendados, quedé flechada y con ganas de volver a verlo. Pero fue la segunda vez, cuando pude ver dentro de su tintero, que perdí la cabeza por él, por su género, y supe que él también sentía lo mismo que yo.
“Había entendido que me sería difícil escribir una novela, debido a mi incapacidad para concentrarme en algo por un período de tiempo apreciable. […] Tenía que ponerme en la mesa y escribir algo para terminarlo ahora, no más tarde o al regreso del trabajo, y antes de perder el interés. […] En aquellos días imaginaba que, si hubiese logrado separarme una hora o dos al día solo para mí, después del trabajo y la familia, hubiese sido más que suficiente. El paraíso. Y era contento de tener esa hora. […] Así de propósito y por necesidad, me limité a escribir cosas que sabía que podía terminar en una sola sesión, dos sesiones al máximo. Estoy hablando de los primeros borradores. He siempre tenido la paciencia de rescribir. […]”*
Supe que él era mi alma gemela. Y también yo la suya. Que él escribió esto para mí, para cuando nuestras vidas se cruzaran, y que él me susurraría sus angustias y que yo le acariciara su rostro de papel, deslizando suavemente mi mirada en cada una de las palabras de sus relatos.
*Il mestiere di scrivere, Carver Raymond.