Autor: Blogracho Capítulo V: LO QUE REALMENTE TIENES QUE SABER ES QUE...
Antoine no murió envenenado. Lo sé porque la serpiente no tiene más veneno para la segunda picadura… Eso lo sabía nuestro Pequeño Príncipe, era justo por eso había caído en el desierto – para arreglar cuentas – y para poder marcharse con la certeza que la serpiente no mordería ni a su amigo ni a su rosa, y porque el código de Saint-Exupéry no existe – al menos “no” en la versión definitiva.
Y por eso te pido disculpas, mi amigo bloguero.
He querido crear un vínculo contigo pero no he cumplido con el principio esencial de la amistad: ser claros desde el principio. Pero si algo puedo decir en mi defensa es que, cuarenta y cuatro minutos al día no son suficientes para responder este enigma; por otro lado – y será por vía del ser mujer, y no de la postovulación literaria – no me canso nunca de hacerme preguntas; y si bien es cierto, no le haga más caso a las serpientes, lo intuitiva no se me quita. Sigo siendo curiosa y atrevida y busco siempre una respuesta a mis preguntas; y puedo distinguir entre una provocación y una prueba. Y eso fue lo que hice, seguí mi corazón rojo Valentino ciego de nacimiento y que no ha visto que yo he crecido. Me hice preguntas que los grandes parecen haber olvidado que son importantes, y pequé de lo que siempre pecamos las mujeres: de encontrar una respuesta. Y para terminar, porque se me están acabando mis cuarenta y cuatro minutos, añado algo más a mi defensa: hice lo que Antoine quería. Porque si en otra cosa nos parecemos Antoine y yo, es en esto: Antoine no quería que su libro se lea a la ligera, y a mí no me gusta leer a la ligera un libro.
Por eso usé la palabra enigma, para que tomes en serio mi relato; porque sé que los grandes necesitan escuchar nombres extravagantes para interesarse por cosas que nunca han dejado de existir y de ser esenciales. Por eso no debes estar desilusionado, ni triste, ni mucho menos pensar que yo te he engañado, porque el código de Saint-Exupéry sí existe, basta no leer a la ligera su libro, mirar al cielo y preguntarte: el cordero ¿se ha comido la rosa? Y verás cómo todo cambia…*
Y yo tengo una respuesta para este enigma, el problema es que no sé cómo explicarlo; por lo que lo mejor será comenzar en el principio:
Dedicatoria
A mi papá, un niño que jamás ha dejado de ser grande y que me ha enseñado – y será por vía de sus cataratas – a ver la vida con otros ojos. Y a los gatos; porque los gatos así como el corazón, nunca se equivocan y porque ambos saben que cuando el misterio es demasiado importante es imposible desobedecer, aunque solo se dispongan de cuarenta y cuatro minutos al día.*
.
*El Principito, Antoine de Saint-Exupéry
** Las aventuras de Alicia en el país de las Maravillas, Lewis Carroll.
** El gato con botas, Giambattista Basile, Charles Perrault, Gianfrancesco Straparola