29 ABRIL 2015: NI SABER DE ADIÓS, NI OLER A PAUSA DE REFLEXIÓN


Autor: Blogracho

Este post no debe ni saber de adiós, ni oler a pausa de reflexión. No es un adiós porque seguiré escribiendo, ni es una pausa de reflexión porque no estoy buscando un modo diplomático para terminar con una relación: yo no dudo de mi amor por la escritura. Es un post para contarte como están las cosas.

La semana pasada que no pude escribir por temas personales tuve la oportunidad, a más de reposarme, de reflexionar sobre la importancia del blog, de la escritura y otros aspectos primordiales para mí; y no sé si por casualidad o porque era lo que yo estaba buscando y necesitaba en ese momento, llegó a mis ojos esta frase: proyecta bien tu vida y sigue adelante con confianza.

Y es por esto que en este momento es necesario que yo desacelere, no sin antes informar a mis lectores que esa promesa – hecha con la ilusión de crear un vínculo publicando todos los días a media noche – no puedo seguir manteniéndola.

Por el momento no sé con qué periodicidad lograré publicar, pero me esforzaré a continuar con las publicaciones de “The Elements of Style” todos los martes y miércoles.

Hasta la próxima.

EL CÓDIGO DE SAINT-EXUPÉRY Y SU PRINCIPITO (I) – VOLVÍ A CAER EN LAS GARRAS DE ANTOINE…


Autor: Blogracho
Capítulo I: VOLVÍ A CAER EN LAS GARRAS DE ANTOINE...

Volví a caer en las garras de Antoine y, como siempre, terminé más intrigada del Pequeño Príncipe de cómo había iniciado.*

Más que una intriga, es un enigma.

Sí, propio así. Un enigma que me inquieta y que me está carcomiendo el corazón y que me lo hace palpitar como un bombo: tan fuerte tan fuerte, que con cada bom-bom, bom-bom, bom-bom, se levanta el viento, y el viento levanta las paredes de mi corazón rojo Valentino que suelta las baquetas pero que las vuelve a coger con violencia, para seguir palpitando. No está jugando ¡no! Es solo que no ve lo que hace.

Porque eso que dicen del corazón, que es ciego, en mi caso, es cierto. El mío en particular es ciego de nacimiento y no logra ver fuera de estas paredes rojo Valentino; por ende, mi corazón ciego de nacimiento que viste rojo Valentino, no ha podido ver que yo he crecido.

No ve. No sabe de razones. Como tampoco sabe que en estos años yo he llegado a conocerlo, y que he aprendido que cuando este músculo con paredes rojo Valentino late al ritmo del bombo – tengo que escucharlo. Porque cuando el corazón late así de fuerte – es señal de que está vivo.

Y será por como leí esta vez el Principito – como cuando de pequeña caía un libro en mis manos y no lograba avanzar de página aunque que el libro fuese fascinante – que de nuevo este corazón ciego de nacimiento que viste rojo Valentino y que no ha podido ver que yo he crecido, comenzó a palpitar al ritmo del bombo.

Y yo que siempre me había reprochado mi falta de concentración a la hora de leer. Pero hasta ayer. Ayer dejé de hacerlo. Ayer que reviví ese método de lectura muy mío, y que volví a sonreír y a ser feliz como cuando yo era niña y me pasaba las tardes divagando por las páginas de un libro, sin cambiar de página. Donde algunas veces mi voz sustituía la del narrador y era yo que continuaba hasta terminar la historia; otras me gustaba pensar que el autor me explicaba porqué escribía una cosa en lugar de otra, o porqué le hacía hacer una cosa a un personaje cuando le hubiese gustado hacerle hacer otra, opuesta a la que terminó por escribir en esas páginas.

El problema de este enigma es que no sé cómo explicarlo; por lo que lo mejor será comenzar en el principio.

* El Principito, Antoine de Saint-Exupéry