EL ESCRITOR HEREJE


Escribir de panza es una herejía en esta profesión.

¡Y qué más da si soy hereje! Sí, escribo de panza y aun así solo Dios sabe cuanto me ha costado alumbrar este par de frases mal cortadas; pero la cosa no me preocupa, si hasta el mismo Gabriel, siendo ya García Márquez, podía pasarse un día entero quitando y poniendo la misma coma y es que, escritor que respete el oficio, escatimará el uso de las palabras y de los signos como al agua en tiempos de sequía.

Si el reto no está en franquearse, que es la estrategia que yo estoy usando para poder arrojar algo, lo que realmente cuesta es enfrentarse después a tanta escoria aunque a la larga se le agarre el gusto y, supongo, que no haya nada de malo en ello: escribir como si no hubiese límite a la idiotez siempre que, a la hora de corregir, se lo haga con la esencialidad del hombre de las cavernas y la sinceridad del de las tabernas.

27 Febrero 2015: SIN REPROCHES


Autor: Blogracho

Esa tarde de primavera, cuando me llamaste. Si hubiese hecho lo justo, quién sabe si con el tiempo me lo hubiese reprochado, y si todavía te amaría; pero como hice lo correcto, aún te amo. Porque el amor es eterno mientras dura.

A Gabo*; porque escribías con sabiduría, y la sabiduría, desde el principio de los tiempos, es eterna.

*Sólo vine a hablar por teléfono, Gabriel García Márquez

25 Febrero 2015: EN TODAS MIS VIDAS


Autor: Blogracho

A veces tengo la impresión de que ya he vivido. Es un momento. La duplicación de un instante. Un flash imaginario. Entonces me pregunto: ¿y si no fuese mi primer vida?… Y me pongo a pensar en lo que no hice y me arrepiento de no haber hecho y en lo que me gustaría volver a hacer, si tuviese la oportunidad de repetir esta vida; y siempre concluyo en lo mismo: me quedaría, te detendría, te amaría y mil veces te amaría y te volvería a amar, en todas mis vidas.

12 Febrero 2015: SALIR CORRIENDO


Autor: Blogracho

Salir corriendo en este frío helado. Congelar los miedos. Galopar el viento y con cada golpe de talón aplastar la incertidumbre. Dejar atrás los resentimientos. Bloquear la mente y el eco del corazón – totoc, totoc, totoc – que rimbomba en el silencio de la tumba.

10 Febrero 2015: ESTABA SOLO EN LETARGO


Autor: Blogracho

Era domingo y nadie había dicho una palabra. Y después de ese día, ese día quedó sepultado en la memoria. Me sentía morir: me he cortado las alas, y he sido yo misma que me lo he hecho. ¡No!, eres solo una gaviota que ha tenido que entrar en letargo. Cuando menos te lo esperes te sorprenderás de nuevo revoleteando las alas. Y cogerás a tu cría, te la montarás en el lomo y le enseñarás a volar, y juntos recorrerán esos mundos melosos de sueños que ahora te estás negando. No estaba muerta. Estaba solo en letargo.

05 Febrero 2015: ME GUSTA CUANDO TE GUSTO


Autor: Blogracho

Hace un mes me embarqué en esta aventura, y fue como zarpar en una de las carabelas de Colón. Pero no caí ni en la Niña, ni en La Pinta, ni en La Santa María; WordPress, esa fue mi nave.

Y si Colón descubrió América, yo me descubrí a mí misma en un nuevo mundo, que al cabo de un mes obtuvo: 1150 visitas, seguidores vía email 405 y blogueros 134, y 130 me gusta. Para muchos será poco, para pocos será mucho, para mí una confirmación de que tengo que seguir escribiendo, porque escribir es lo mío, porque escribir me gusta.

Y me gusta cuando te gusto, porque para mí es una recompensa a mi esfuerzo. Y me gusta aún más cuando vuelvo a gustarte porque aprendo a conocerte. Sé que uno de mis blogueros ama la ironía; que una es una romántica inexorable; otra es muy joven y tiene una mochila llena de sueños; sé que uno es un ilustre caballero y usa las buenas maneras para corregirte; que una se siente un poco grande para estar en éstas cosas pero ignora que tiene un espíritu fresco; uno es un gran poeta y yo adoro su poesía. Y ahora sé también que no soy la única a experimentar los traumas de la pubertad por la que atravesamos los escritores nóveles. Sé que a 405 he intrigado y que estoy tratando de descubrir qué cosa pudo haber sido.

Me gusta haber descubierto mi nuevo mundo, porque me estoy enriqueciendo con solo cuarenta y cuatro minutos al día.

Me gusta porque cada día me despierto con ganas de hacer mejor mi trabajo para poder llegar a mi casa y trabajar en lo que me gusta.

Me gusta porque ahora doy valor al tiempo, y he aprendido que diez minutos al día dedicados a cada uno de mis hijos haciendo lo que a ellos les gusta, valen más que mandarlos a las mejores universidades. Y me gusta porque con mi marido hago lo mismo, porque un matrimonio al fin y al cabo es como una novela que hay que ir construyendo todos los días.

Me gusta cuando recibo un mensaje porque siento que puedo comunicar con alguien y que lo que he escrito a alguien ha llegado; y me termino por convencer de que el mundo tiene ganas de hablar a pesar de lo que se dice, que la gente no comunica. Es que el Mundo sigue siendo el mismo, lo único que ha cambiado son los medios.

En algún libro leí que los lectores de Charles Dickens abarrotaban las calles en espera de la nave que llevaba los episodios de sus historias en América. Y cuando terminé de leer el párrafo pensé que eso era magnífico, lo máximo que le podía sucederle a un escritor. Y entonces volví a soñar y me decidí a zarpar en esa nave.

LOS 50 COLORES DEL CIELO III – ANARANJADO ATARDECER (MICRO-TRILOGÍA)


Autor: Blogracho
Capítulo III: Anaranjado atardecer

Llegó el momento de volver a partir para Alicia. Volver era un verbo que Alicia no había terminado de entender. Siempre les decía a sus hijos que era un verbo injusto; que se podían volver a cometer los mismos errores, volver a herir a las mismas personas, volver a amar a quien te odia y a odiar a quien te ama, sin necesidad de volver atrás en el tiempo. Pero cuando se trataba de volver a revivir un momento de felicidad, volver a amar a tu primer amor, volver a tener la inocencia de la juventud, no era posible; no era posible porque en estos casos era necesario – por una razón que hasta ahora ella ignoraba – volver atrás en el tiempo, y el tiempo no retrocede, ni siquiera para coger impulso.

Alicia le había pedido al marido que antes de partir la llevara a una playa que distaba a dos horas del aeropuerto. La última vez que había estado allí había sido veinte tres años atrás, con su padre, y antes de partir rumbo al continente apolillado. Esa fue también la última vez que Alicia vio al padre.

En el trayecto, el marido le preguntó qué cosa recordaba de su padre en ese atardecer. Alicia se volteó hacía el océano con el humo del cigarrillo que le nublaba la vista y no dijo nada. Después de unos minutos, con voz tímida le respondió que de esa tarde no recordaba nada, excepto que el cielo parecía una inmensa pared anaranjada; y que había visto caer el sol en el mar como una moneda de oro gigante en una alcancía infinita de color plateado.

Después de ese breve cruce de palabras no habían vuelto a decir nada. Alicia era pesarosa.

En la playa se sentaron sobre una toalla. Alicia se cubrió los pies con la arena tibia y amarillenta desde las canillas hasta los dedos, dejando entrever los meñiques esmaltados de rojo púrpura.

Creo que ese día escuché hablar al cielo, dijo Alicia a su marido mirándolo con ojos de confianza. Solía ser siempre yo la que hablaba pero ese día no me andaba. En el fondo sabía que no volvería, no para quedarme. Mi padre que me vio inmersa en mis pensamientos me propuso que jugáramos a las voces que no hablan. Te acuerdas que de niña me contabas lo que te decían las voces que no hablan, le había dicho el padre refiriéndose a los pensamientos. Y Alicia sonriendo se puso de pie, y con la brisa del crepúsculo que se divertía a dar paletadas de amarillo con el cabello de Alicia en esa inmensa pared anaranjada, comenzó a recitar alzando los brazos.

Hoy el cielo se despertó sonriente y con los ojos que le centelleaban. Está enamorado y es correspondido. Me contó que durante la noche había pasado por estas partes la nube que él ama, y que se había detenido por algunos minutos. Que dijo también que su instinto de cortejador lo llevaron a improvisar una serenata para conquistarla, y que con unas cuantas estrellas armó un mariachi y comenzó a cantarle “Cielito lindo”. Pero se dio cuenta que solo un tonto vanidoso enamorado se cantaba así mismo. Entonces con un silbido llamó a Cupido y le pidió que dejara la flecha de parte, porque él no quería herir a su amada, y que cogiera a las estrellas como castañuelas y que le cantara a su amada “El toro enamorado de la luna” para fecharla. Pero se dio cuenta que solo un demente podía declarar su amor usando la declaración de otro enamorado. Entonces se dio cuenta que si él no era bueno con las palabras no podía usar las palabras de otro para enamorar a su amada, y se dio por vencido.  Y estaba resignado a no volver a ver nunca más a su amada porque sabía que ella tenía que proseguir su camino. Entonces le pidió a la Luna que dejara de mirar por un instante al Toro y que iluminara al menos por pocos segundo la silueta de su amada para que él pudiese recordarla. Y la Luna que sabía que cosa era sentirse enamorado le concedió ese deseo. Bastó solo un poco de su luz nocturna de la Luna para que el Cielo viera que también su Amada lo estaba mirando con mirada enamorada.

Fin       

LOS 50 COLORES DEL CIELO II – BLANCO COCA (MICRO-TRILOGÍA)


Autor: Blogracho
Capítulo II: Blanco coca

Durante los días transcurridos en su país, Alicia se dedicó a contemplar su cielo; y más lo contemplaba, y más Alicia se convencía de que su cielo azul terciopelo no estaba intacto y tal cual como ella lo había dejado.

Hasta con el cielo el tiempo es inclemente, pensó Alicia. A su cielo azul terciopelo le estaban saliendo las primeras arrugas, como a ella. Es culpa del tiempo y del sol fosforescente de estas partes, que como un desempleado sale todos los días para quemar el tiempo, dijo en voz alta Alicia. Y quiso a su cielo más que antes y sintió nostalgia por él, por su soledad, por su cansancio y se sintió culpable por la condición en la que lo había encontrado y se recriminó por haberle robado las Tres Marías pocos años después de haber partido y por haber amado a otro cielo.

Todo comenzó cuando Alicia entró en el mundo de la moda. Las Tres Marías le parecían tan fuera de tendencia que decidió darles un nombre de clase – el Cinturón de Orión, que lo usó, primero como minifalda y después como diadema, hasta que terminó por olvidarse de su existencia.

Un cierto día, Alicia, que estaba en el pleno de un vuelo, comenzó a observar el cielo. Hoy el cielo parece un inmenso colchón de plumas, ¡cuánto es suave, ondulado y sedoso al tacto!, dijo Alicia. Con estas paredes celeste bebé, abrigadas por el sol frío del alba, te vienen ganas de abrir la puerta y lanzarte sin temor a precipitar en el abismo, alucinaba Alicia. Botarse sin miedo y en la caída sentir el viento que te humedece las mejillas y que te tira hacia atrás los cabellos, que te refresca el cuello, la cintura, las rodillas, las canillas, hasta llegar a la punta del meñique esmaltado de rojo purpura.

Al rato, le pareció que al colchón le habían puesto una gran sábana blanca sin pliegues. Parecía almidonada. Como si la estuviesen tirando desde cada uno de los puntos cardinales por cuatro querubines que el mismo Dios en persona había escogido, supuso Alicia. Es como si las nubes hubiesen sido planchadas, concluyó, y continúo a extasiarse en esa sábana sin arrugas tamaño tierra, y se entregó y se enamoró del blanco coca que confinaba con el celeste bebé que no era más bebé, porque el celeste se había pintado de discordia. Dios estaba enfurecido. Había desterrado a Lucifer y le faltaba un arcángel para sostener el cielo.

Y desde de la ventana, Alicia vio caer una pestaña que iba dejando una marca negra de lágrimas en ese cielo celeste discordia; la vio penetrar de golpe en esa sábana blanca priva de arrugas, sintió cuando la perforaba para luego desaparecer de su vista, de su vida. Debe haber aterrizado en Roma, dijo llorando Alicia, que no lograba ver la tierra firme. Hasta que poco a poco las nubes, que seguían caminando abrazadas y muy pegaditas, comenzaron a sentirse sofocadas. Y a medida que Alicia aterrizaba, ese colchón hecho de nubes comenzó desmigajarse.

Continúa…

26 Enero 2015: ¿DE DÓNDE ME SACO LAS IDEAS?


Autor: Blogracho

Decir que tengo miedo es poco. Estoy aterrorizada.

Cuando escribía para mí era todo simple. Escribía cuando tenía tiempo, de corrido y sin hacer correcciones. Como la vida misma; un libro que se va haciendo segundo a segundo y sin derecho a hacer un paréntesis.

Había llegado a un punto en que estaba llenando esas páginas como subida en una caminadora. Todos los días era una carrera. Algunos días me parecía estar corriendo una maratón detrás de otra: Nueva York, Boston, Berlín, Paris. En Paris me hubiese gustado detenerme para admirar la Torre Eiffel, la Torre de Hierro; subirla por el exterior dando un paso a la vez y bajarla por el otro lado de igual manera y sin que me de vértigo.  Pero cuando menos me lo esperaba estaba en Tokio, en la Torre de Hierro de Tokio. Y si no fuese por el diploma no recordaría que gané la carrera en Londres, porque del premio ni hablar, va en beneficencia. ¡Joder! Ahora no sé si en realidad estuve o soñé haber estado en Chicago, Barcelona, Roma, Atenas y si regresé a Boston…  Y a pesar de todo este tran-tran, yo siempre seguía ahí, corriendo en esa puta caminadora y sin avanzar de una sola página.

Hasta que un día me dije: ¿Por qué no? Tanto ¿quién podrá leerme? Y por último, si me leen a quién podrá gustar lo que yo escribo…

¡Joder! ¿Y ahora qué hago? ¿De dónde me saco las ideas? Me tengo que subir de nuevo a la puta caminadora.

24 Enero 2015: HEMINGWAY Y EL PRINCIPITO


Autor: Blogracho

El primer borrador de todo libro es una mierda; lo que cuenta es terminarlo. Decía Hemingway.

Si esto hubiese llegado a mis oídos dos años atrás, ni mi primer relato ni la pasión que nutría por la escritura, hubiesen terminado en el wáter.

Me deshice de mi primer borrador apenas terminé de leerlo y después de haber concluido, sin dificultad y en completa autonomía, que era un gran y colosal mojón de palabras.

Desde ahí me obligué a padecer de retención fecal hasta que, por casualidad o por obra divina, llámenlo como quieran, supe como la pensaba Hemingway; y sus palabras se tatuaron en mis manos con la misma mierda que un año atrás yo misma había descargado en el wáter.

Por ahí también escuché que el primer borrador tiene que ser escrito con el corazón, mientras las elaboraciones sucesivas deben ser escritas con el cerebro.

Desde ese entonces, cuando escribo, me gusta imaginar que soy el Vanidoso del Principito y que escribo con toda la abundancia de mi corazón y que soy el único escritor a habitar en la blogsfera y que cuando pasa por mi mundo un bloguero siempre me dirá que le gusta lo que yo escribo. Después pero vuelvo a ser Blogracho. Entonces pasa el Principito y me pregunta por qué estoy de nuevo Blogracho y no escribo. Y yo le respondo para olvidar. ¿Olvidar que cosa? Olvidar que tengo vergüenza. ¿Vergüenza de qué cosa? Vergüenza del corazón con el que escribo.

* El Principito,Antoine de Saint-Exupéry