24 Enero 2015: HEMINGWAY Y EL PRINCIPITO


Autor: Blogracho

El primer borrador de todo libro es una mierda; lo que cuenta es terminarlo. Decía Hemingway.

Si esto hubiese llegado a mis oídos dos años atrás, ni mi primer relato ni la pasión que nutría por la escritura, hubiesen terminado en el wáter.

Me deshice de mi primer borrador apenas terminé de leerlo y después de haber concluido, sin dificultad y en completa autonomía, que era un gran y colosal mojón de palabras.

Desde ahí me obligué a padecer de retención fecal hasta que, por casualidad o por obra divina, llámenlo como quieran, supe como la pensaba Hemingway; y sus palabras se tatuaron en mis manos con la misma mierda que un año atrás yo misma había descargado en el wáter.

Por ahí también escuché que el primer borrador tiene que ser escrito con el corazón, mientras las elaboraciones sucesivas deben ser escritas con el cerebro.

Desde ese entonces, cuando escribo, me gusta imaginar que soy el Vanidoso del Principito y que escribo con toda la abundancia de mi corazón y que soy el único escritor a habitar en la blogsfera y que cuando pasa por mi mundo un bloguero siempre me dirá que le gusta lo que yo escribo. Después pero vuelvo a ser Blogracho. Entonces pasa el Principito y me pregunta por qué estoy de nuevo Blogracho y no escribo. Y yo le respondo para olvidar. ¿Olvidar que cosa? Olvidar que tengo vergüenza. ¿Vergüenza de qué cosa? Vergüenza del corazón con el que escribo.

* El Principito,Antoine de Saint-Exupéry

20 Enero 2015: MI PASIÓN POR LOS RELATOS CORTOS (SHORT STORIES) Y RAYMOND CARVER


Autor: Blogracho

CARVERMe apasioné de éste género la segunda vez que encontré a Raymond. La primera, cuando me llevó a su Catedral y me la mostró con los ojos vendados, quedé flechada y con ganas de volver a verlo. Pero fue la segunda vez, cuando pude ver dentro de su tintero, que perdí la cabeza por él, por su género, y supe que él también sentía lo mismo que yo.

“Había entendido que me sería difícil escribir una novela, debido a mi incapacidad para concentrarme en algo por un período de tiempo apreciable. […] Tenía que ponerme en la mesa y escribir algo para terminarlo ahora, no más tarde o al regreso del trabajo, y antes de perder el interés. […] En aquellos días imaginaba que, si hubiese logrado separarme una hora o dos al día solo para mí, después del trabajo y la familia, hubiese sido más que suficiente. El paraíso. Y era contento de tener esa hora. […] Así de propósito y por necesidad, me limité a escribir cosas que sabía que podía terminar en una sola sesión, dos sesiones al máximo. Estoy hablando de los primeros borradores. He siempre tenido la paciencia de rescribir. […]”*

Supe que él era mi alma gemela. Y también yo la suya. Que él escribió esto para mí, para cuando nuestras vidas se cruzaran, y que él me susurraría sus angustias y que yo le acariciara su rostro de papel, deslizando suavemente mi mirada en cada una de las palabras de sus relatos.

*Il mestiere di scrivere, Carver Raymond.