Autor: Blogracho Escritor descuartizado: Ernest Hemingway
Había terminado de secarme las lágrimas; absorta en la idea que veinte años atrás en ese preciso párrafo también había llorado con el “Viejo y el mar” – cuando el muchacho estaba junto a su viejo, cuidándolo y reprochándose por no haberlo acompañado – y tuve la certeza que también veinte años atrás leí este libro en un solo suspiro.
Secadas las lágrimas y terminado el libro, pasé a leer “Por quién doblan las campanas”, y fue como ver que el muchacho dejaba su caña de pescar para coger el rifle, que el azul del mar se pintó del verde terracota de las montañas y que el enemigo por derrocar de un tiburón pasó a ser un puente; y junto al muchacho, un viejo – un viejo que lo aconsejaría, lo guiaría, al que respetaría y con el que tendría largas conversaciones.
Y esos fueron los elementos repetitivos que encontré en Hemingway; que en algunos casos no se repiten, pero se sustituyen o se intercambian los roles.
No he leído otras obras de Hemingway, pero cuando lo haré, estaré atenta para ver si aparecen estas figuras masculinas, una joven y una adulta, que no son hijo y padre (pero que según yo lo simbolizan). Controlaré el tiempo, para ver si las faenas de sus historias se desarrollan en pocos días, donde siempre hay algo contra lo que hay que luchar, objetivos, honor, esfuerzo y grandes responsabilidades… Y si continúa a detallar con tanta minuciosidad, casi obsesiva, el ambiente, como el puente que tenía que hacer volar y todos los instrumentos de pesca del viejo.
Y aunque creo que los detalles deban ser usados con mesura, porque a lectores distraídos como yo pueden terminar cansando (y de consecuencia terminamos por abandonar el libro); considero que la escritura de Hemingway, el uso de la puntuación, su guerra declarada a las comas, el uso indiscriminado de las “y” y su amor por la estética, sea simplemente «fantástica». Y por eso Hemingway fue y restará mi primer gran amor literario.